Tic tac, tic tac, son las seis y suena la alarma. Se Despierta, calla el reloj con su
mano derecha, se levanta y se queda sentada al borde de la cama, se frota los ojos,
estira un poco los brazos mientras da un bostezo, mete los pies dentro de sus
pantuflas de conejo y se pone en pie.
Chu, Chu, Chu, cinco pasos arrastrando los pies, aún está dormida, llega al baño
que está frente a su cuarto y se asea.
Chu, chu, Chu, son siete pasos desde el baño hasta el armario del cuarto, agarra
la ropa con sus manos y la siente en el rostro, elije el vestido de algodón y zapatos
de tacón.
Pin, pin, pin, veinte pasos desde el cuarto hasta la cocina, prepara café, toma una
taza y lo sirve.
Pin, pin, pin, tres pasos desde el mesón de la cocina hasta la pequeña mesa para
dos que está cerca a una ventana. Se pone cómoda, respira el aroma del café que
agarra con sus dos manos mientras los primeros rayos de sol acaricia su rostro desde
la ventana.
Fiu, fiu, fiu, se asoma un pájaro a su ventana, le endulza la vida con su hermosa
melodía y ella toma un trocito de pan que siempre está en el centro de la mesa y lo
deja cerca a la ventana medio abierta para que el pequeño artista coma.
Pin, pin, pin, son quince pasos desde la mesa de la cocina hasta la puerta de la
calle, toma su bastón, su sombrero favorito, las llaves y gafas de sol que están en el
perchero cerca de la puerta y sale.
Pin, pin, pin, tan, tan, tan, plas, plas, plas, turun, turun, turun, son los distintos
zapatos que escucha de las personas que pasan por su casa. Siente el calorcito del
sol en su rostro al alzar la mirada al cielo. Se pone su sombreo y sus gafas, toma su
bastón y da treinta pasos hasta su cafetería favorita que en realidad está como a
tres casas de la suya.
En el camino siente cambiar el ritmo del viento a causa de las personas qué pasan
por su lado. Percibe un aroma dulce conocido, es rosa su vecina de al lado que ha
sacado a pasear a patotas su perro, le puso ese nombre por que es pequeño y de
patas grandes. Deben de ser las 7:30 de la mañana ya, ella es muy puntual a la hora
de pasear a su perro. Su voz es delgada y algo dulce.
– ¡buenos días Penélope!, que lindo sombrero traes, dice ella.
– ¡buenos días rosa!, siempre tan puntual, hola Roco.
Guau, guau, guau, se acerca patotas, se pone sobre sus patas traseras para
pararse y saludar a Penélope. Le acaricia un poco la cabeza y se despide de ellos.
Llega a su cafetería favorita y se sienta siempre en el mismo lugar, en la mesa que
está al lado derecho de la entrada del local por que ahí siempre hay un pequeño
jardín con flores preciosas, o al menos es lo que ella cree ya que no las puede ver,
pero sus olores son tan peculiares y agradables a su olfato que definitivamente
tienen que ser hermosas. A veces las toca con las yema de sus dedos con extrema
delicadeza para no dañarles y así sentir su suavidad.
En la cafetería siempre hay fila para comprar pues su postre mas vendido se llama
bollos. Estos son tan dulces, a la vez con un toque de sal y suaves, se derriten en tu
boca. Es difícil describir su sabor, se forma un sinfín de colores en la mente al
sentirlos en la boca. Son los favoritos de Penélope, los que come cada día con un
poco de leche fría a la misma hora desde hace dos años.
Penélope puede saber si es hombre o mujer los que están en la fila por el sonido de
sus zapatos, el olor de sus perfumes, el sonido de su voz. Aun su carácter por el
timbre de voz al hablar, sus gustos, trabajos, si son felices o no, si tienen pareja o
hijos.
La fila siempre es un excelente escenario para socializar y así hacer corta la espera
ya que a veces hay hasta cincuenta personas esperando día a día.
Ella no puede ver, pero es muy sensible a su entorno, se hace una imagen en su
mente de cómo es el lugar donde está, distingue colores por sus olores. Sabe
cuando es verde por que lo relaciona con el olor fresco de los árboles, sabe que es
café por el olor a húmedo de la tierra. Ella siempre encuentra la forma de aprender y
conocer.
Ella va a sentir la hora en el reloj de pulsera que siempre lleva en su mano izquierda.
Ups! Hoy olvido usarlo.
Pregunta la hora al camarero que trae en sus manos su pedido, lleva tanto tiempo
visitando ese lugar que ya no es necesario preguntar lo que desea comer.
-son las ocho dice él. Ella en su mente piensa “ ya es hora”. Justo empieza a comer
cuando escucha el sonido de sus zapatos acercarse a la cafetería, siempre pasa por
su lado y como siempre va un poco cogido de la tarde. Sabe quien es por el sonido
que hace al caminar, lo hace un poco rápido y su voz está un poco agitada. Era
Derek.
Derek es un chico de uno ochenta de alto, atlético, cabello oscuro, lacio y corto, le
gusta mucho vestir de traje y como es arquitecto, le sienta bien. El tiene su oficina a
dos manzanas de la cafetería y todos los días arrima a comprar café, el postre
famoso y dos bolitas de chocolate. Es un chico dulce, pero un poco torpe, sin
embargo ha logrado mejorar con el paso de los años, le gustan los animales pero
por su trabajo no puede tener ninguno. Derek le gusta mucho la arquitectura, fue el
mejor de su clase y junto con dos compañeros de la universidad y mejores amigo
fundó “creamos tu casa” y no le va nada mal. Ahora están a la espera de cerrar un
negocio grande con una de las mejores empresas de la ciudad. A pesar de todas
sus cualidades es un chico un poco solitario, pues se ha dedicado por completo a su
empresa y desde hace muchos años no se interesa sentimentalmente por nadie.
Penélope le escucha decir a Derek al llegar a la fila:
-ups! Otra vez no. Era el 48 de la fila, ella lo sabía. Él siempre contaba las personas
que estaban delante de él y ya iban tres veces que le tocaba de cuarenta y ocho,
siempre lo decía en voz alta, por eso ella se enteraba. Ella sonrió al escuchar su
desgracia, por que lo que para él era un mal día, para ella era el mejor, por que
estaría ahí un buen rato.
Él se percato de lo que sucedía, pues no pudo evitar escuchar el sonido de la
sonrisa de Penélope. Se quedo perplejo al verla, ella era hermosa y eso que aun no
se había quitado las gafas de sol.
Penélope perdió la vista cuando solo era una niña de más o menos cinco años, a
partir de ese momento tubo que ejercitar sus otros sentidos para no sentirse aislada
de la sociedad. Ella vivía sola en la casa que le dejaron sus padres antes de irse al
extranjero por cuestiones que se salían de sus manos, pero habían criado una chica
muy valiente e independiente era lectora, todas las tardes iba a la biblioteca y les
leía cuentos a los niños, ellos disfrutaban mucho de las voces que ella hacía. Ella es
una chica de uno sesenta de alto, piel clara, cabello lacio, largo y negro, es un poco
robusta pero de apariencia dulce.
Derek olvidó por completo el mal día que estaba viviendo, el tiempo se detuvo y él
solo pensaba en buscar la forma de acercarse a ella cuando de repente sonó el
móvil. Rin, rin, rin. - ¿si? Respondió sin dejar de admirar su sonrisa.
-Señor Derek la cita de las nueve se cancelo, la programaron para las tres de la
tarde de mañana, le dijo su secretaria.
-ok, llegaré a la oficina después de las doce, dijo Derek y una sonrisa se formo en su
rostro. Llego su turno de ser atendido y al salir uso como escusa que no habían
mesas disponibles para pedirle a Penélope compartir su mesa con él.
- Disculpa me puedo sentar aquí, es que no hay mas mesas disponibles, dijo Derek
(el mesero que sabia lo que estaba sucediendo, sonrió enternecido mirando la
escena)
Penélope sintió que el corazón le latía mas rápido, pero con tranquilidad le respondió
-claro, mientras se quitaba las gafas de sol.
-Me llamo Derek, mucho gusto.
-Penélope, respondió ella.
-Tienes una sonrisa muy bonita, (ella se sonrojo), perdona no quería ofenderte
- No, es ofensa, respondió ella.
En ese momento todo se detuvo, el cuadro sólo mostraba a Penélope y Derek
compartiendo un momento mágico que muchas personas desean tener. Habían
sonrisas, chistes, algunas lágrimas, pero era perfecto. Ella no sabías cómo era él
físicamente, pero le estaba conociendo por dentro, era como si se estuviese
sumergiendo en su ser para ver lo que muchos no logran al quedar atrapados en las
apariencias físicas. Derek por su parte se sentía tranquilo y en paz, era como si ya la
hubiese conocido desde antes, como si ella hubiera nacido solo para él, no había
duda alguna de que podría llegar a amarle. No tenía que fingir, con ella todo era
natural.
En ese momento inició una hermosa amistad que con el pasar del tiempo se volvió
amor. Ese lugar se convirtió en el lugar favorito de ambos, ¡claro que compartían
otros espacios! Se habían hecho cómplices, amigos, amantes, incondicionales el
uno para el otro. Pero ese era su lugar especial. El inicio de un excelente día para
ambos.
Dicen que el amor a primera vista no existe, pero las personas que están diseñadas
para estar juntas se encuentran y se conectan de inmediato, solo basta una mirada,
unas palabras o un momento que se vuelve eterno.